miércoles, 14 de diciembre de 2016

Día 63

Su corazón se aproxima a lo ilegal, a las 200 pulsaciones por minuto. Una tarde más, la sesión ha sido brutal y él, Carlos Mayo, se lo recuerda a Toni Abadía, ilustre compañero de entreno en la pista de Zaragoza. “Toni, ¿te das cuenta de que esto ya no es sano o de que esto es enfermizo?” Pero ya no hay posibilidad de volver atrás ni de prometerse que esta será la última vez, “porque no lo va a ser, este sufrimiento nos encanta. Nos abre la puerta a mejorar o a ganar nuestra propia guerra”, explica Carlos Mayo, un joven de 20 años, de reputación paciente y expediente envidiable.


Subcampeon de Europa Cross Country 2016

Acaba de terminar el tercer curso de Medicina, con una media superior a 7, y hoy viaja con la selección española al Europeo de Amsterdam, donde competirá en los 5.000 metros “con la idea de quedar entre los diez primeros”. Pero el deseo de esta conversación no es el de explicar una medalla, sino una vida, la que une a atleta y estudiante de una carrera como Medicina en la que él, sin embargo, va a curso por año. El tiempo no sirve de excusa. “Nunca suspendí una asignatura para septiembre”.


En la pista del CAD

"Yo nunca me quedé una noche en vela estudiando. Para la última hora de la tarde, cuando empiezo la segunda sesión de entrenamiento, ya lo he de tener todo aprendido"
Al fondo asoma una vida que parece invadida por el sacrificio. “En época de exámenes, es verdad que voy agobiado a todas partes, pero ¿hasta qué punto eso es sacrificio?”, se pregunta él. “La clave está en la organización, en no dejar las cosas para el último día. Si se quiere, se puede. Yo nunca me quedé una noche en vela estudiando. Para la última hora de la tarde, cuando empiezo la segunda sesión de entrenamiento, ya lo he de tener todo aprendido, porque, en realidad, se trata de administrar el tiempo a tu favor”.


Abadia Mayo

Hijo de farmacéuticos por padre y madre, que trabajan en el hospital militar de Zaragoza, Mayo, ocho veces campeón de España, no retrata una excepción. “La excepción, en todo caso, sería que soy muy sufridor. Uno de esos tipos raros a los que le gusta sufrir. Me gusta vivir con el tiempo justo, salir corriendo desde el portal de casa. A veces, cuando tengo la tarde libre, yo mismo me doy cuenta. De forma inconsciente veo que lo dejo todo para el final”. Así que es mejor ser fiel a uno mismo o a las 200 pulsaciones de tu corazón que, además, radiografían tu vida. “He hecho deporte desde que nací, hasta equitación”, añade él, que apunta a traumatólogo en el futuro.

Hoy, en un deporte tan limitado en el horizonte como el atletismo español, Mayo explica su razón de ser. “No estoy aquí pensando en el dinero. Si llega, lo aceptaré: una cosa es el romanticismo; otra, la tontería. Si llega, además, significará que lo he merecido y que todo el mundo tiene derecho a recoger lo que merece. Pero ahora me conformo con ser feliz, con estar aquí. Por eso no se trata de establecer prioridades, sino de hacer lo que me gusta”, insiste reforzado por algo que no tiene precio, la juventud.
"No estoy aquí pensando en el dinero. Si llega, lo aceptaré: una cosa es el romanticismo; otra, la tontería"
Esa juventud en la que lo democratiza todo, hasta las páginas de los libros de Medicina. “No me dedico a memorizar, sino a comprender. Prefiero saber cómo funciona el cuerpo humano a explicarlo como una máquina, porque es lo que luego me piden en los exámenes, que son tipo test. Aquellos tiempos, en los que me mandaban aprender todo de carrerilla, ya se acabaron en Selectividad”.


Carlos Mayo en Madrid

En realidad, son los nuevos tiempos en los que tal vez sea mejor pensar que obedecer. “No lo sé, pero sí sé que el atletismo me ha enseñado a escuchar a mi cuerpo. Formo parte de un grupo de gente en el que nuestro entrenador, José Luis Mareca, prefiere a los hombres prudentes. Si un día hay que pisar el freno, no pasa nada: el cuerpo te lo agradecerá. El cuerpo, en realidad, no se equivoca nunca. Yo mismo este año tuve una lesión en una tibia, una periostitis, pero ¿cómo no te va a pasar nada con la de miles de kilómetros que uno hace al año?”

"Si dejase de correr para estudiar, no sería como soy. Nada, imposible. Crecí corriendo. Estoy madurando corriendo"
Pese a todo, el médico, en el que se va a convertir Carlos Mayo, sigue sin oponerse a nada. “Si dejase de correr para estudiar, no sería como soy. Nada, imposible. Crecí corriendo. Estoy madurando corriendo. Fue la vida que he elegido y ya no puedo ni quiero tener otra. A veces, me doy cuenta cuando estoy en la universidad y me pregunto, ‘Carlos, ¿acaso tú estás disfrutando realmente de la vida universitaria? Esto es más que aprobar unos exámenes, ir a clase o sacar un título”.


Grupo de cabeza Chia 2016

La respuesta, que entonces él se da a sí mismo, es que no. “No, porque no puede ser; aquí la gente come lo que le apetece, sale de fiesta cuando terminan los exámenes, pasa tiempo en la cafetería, va a la piscina en verano y yo, sin embargo, voy a entrenar y cuando termino de entrenar a descansar porque, si ha sido muy duro, las piernas están ultraagarrotadas, pero ¿qué voy a hacer? ¿voy a quejarme por eso? No, al contrario, hay sueños de mi vida que están muy unidos a vivir así. Quise ser atleta y lo soy; quise ir a un gran campeonato internacional y voy a ir y, aunque ahora no vaya a ser medallista, ¿quién me dice que no pueda hacer algo grande? ¿Quién se lo iba a decir a Gales en la Eurocopa?”. Una pregunta que, en realidad, tiene todas las respuestas posibles como le dice Toni Abadía, campeón de España de cross, al joven Carlos Mayo cuando nadie les escucha en Zaragoza. “El atletismo es la mejor forma de vida que conocemos”.


Carlos Mayo, segundo, y Jesús Ramos, séptimo, en cabeza de carrera | European Athletics

Ya no tenemos excusas para perdernos una buena carrera.


martes, 22 de noviembre de 2016

Día 62

¿CÓMO HAY QUE CALCULAR LA FRECUENCIA CARDÍACA MÁXIMA (FCM)?


LA FRECUENCIA CARDÍACA: LO QUE HAY QUE SABER

- La Frecuencia Cardíaca (FC): es el número de latidos efectuados por el corazón en un minuto.
- La FC máx. (máxima) es el número máximo de latidos que el corazón puede realizar en un minuto.
- La FC máx. apenas varía con el entrenamiento.
- La FC máx. disminuye progresivamente con la edad (perdemos alrededor de 1 pulsación al año).
- La FC en reposo evoluciona en función del estado físico: a más entrenamiento, más se reduce la FC en reposo.
- El cardiofrecuencímetro se compone de un emisor fijado con una correa alrededor del pecho y de un receptor situado en la muñeca. El cardiofrecuencímetro es para el cuerpo lo que el cuentarrevoluciones para el coche. El cardiofrecuencímetro del corredor mide el número de latidos del corazón al instante y permite evitar un esfuerzo excesivo del corazón.


¿CÓMO SE DETERMINA LA FC MÁX.?

Existen 2 maneras:

1/ El método Astrand, que consiste en aplicar la fórmula siguiente:
En las mujeres 226-su edad;  (ejemplo para una mujer de 40 años; 226-40 = 186 pulsaciones)
En los hombres 220–su edad; (ejemplo para un hombre de 40 años; 220–40 = 180 pulsaciones)
Es un método sencillo, que se puede aplicar inmediatamente, pero que es teórico y se basa en una media, por lo que no es fiable para una parte de la población, a la que quizás perteneces.

2/ Realizar una prueba sobre el terreno, con la que estarás seguro de saber TU FC máx.
Para ello, tras un  de unos 20 minutos, acelera hasta llegar al máximo de tus posibilidades (hay que darlo realmente todo) en 1000 m o durante 4 minutos, y por tramos de 100 m o 30 segundos. Al acabar, consulta la cifra que muestra el cardiofrecuencímetro y de este modo tendrás TU FC máx.

¿CÓMO DETERMINAR EL % DE USO DE TU FC?

En este caso también existen dos técnicas: 

1/ La más sencilla consiste en aplicar el % deseado directamente a la FC máx. Por ejemplo: FC máx. 185 x 85% = 157 pulsaciones, de manera que cuando desees entrenarte al 85%, tendrás que trabajar en la zona situada alrededor de 157 (entre 155 y 159). Una vez determinada la FC máx., podrás trabajar en zonas de FC.
Alrededor del 70% de FC, pero sobre todo sin superar el 75%, será la zona de entrenamiento de resistencia (footings). Entre 85 y 90% será tu zona de umbral anaeróbico (ritmo que eres capaz de mantener durante más o menos 1 h). Entre 95 y 100% será tu zona de trabajo a Velocidad Máxima Aeróbica (VMA). Por supuesto, se trata de zonas de trabajo y no debes mantener los ojos fijos todo el rato en el cardiofrecuencímetro, tan solo debes comprobar de vez en cuando que no pasas de una zona a otra (con un poco de práctica, incluso sin mirar casi el cardiofrecuencímetro, sabrás en qué zona estás).

2/ La más exacta
Esta es otra manera mucho más profesional, que se ajusta mucho más a la realidad y que te permitirá optimizar mucho más tu potencial, que es algo que sin duda buscamos todos.
Para ello deberás tener en cuenta a la vez la FC máx. y la FC en reposo, es decir, la que deberás comprobar por la mañana al despertarte (es este parámetro el que tendrá que ir evolucionando con un buen entrenamiento). Debes realizar esta medición, si es posible, una vez a la semana y, sobre todo, siempre en las mismas condiciones.
A partir del momento en que sepas cuál es tu FC máx. y tu FC en reposo, al restarlas vas a obtener lo que se llama la FC de reserva, que es la cifra a la que tendrás que aplicar el % de uso que deseas.

PARA QUE LO ENTIENDAS MEJOR, TE PRESENTAMOS UNOS EJEMPLOS:

El corredor N°1 tiene una FC máx. = 185; La FC en reposo = 68, la FC de reserva será de 185-68 = 117.
Luego, si desea entrenarse en resistencia al 70%, deberá realizar la siguiente operación: 117 x 70/100=82
A esta cifra hay que sumar la FC en reposo, es decir 82+68 = 150 pulsaciones, por lo que en la zona de resistencia deberá correr manteniendo unas 150 pulsaciones.
El corredor N°2 tiene una FC máx. = 185; La FC en reposo es de 50, la FC de reserva será de 185-50 = 135, si desea entrenarse también al 70%, será 135 x 70/100 = 94.
A esta cifra hay que sumar la FC en reposo 94+50 = 144 pulsaciones, y deberá correr manteniendo alrededor de 144 pulsaciones.

Estos dos ejemplos demuestran la importancia de tener en cuenta la FC de reserva, porque aplicando los mismos % a nuestros 2 individuos, que tienen una FC máx. idéntica, y que tienen que realizar un esfuerzo similar, no se entrenarán en la misma zona cardíaca.

Allyson Felix, Los Angeles 1985

 Sin duda, esta segunda forma de realizar el cálculo es un poco más compleja, ¿pero no serás capaz de realizar estas operaciones para optimizar tu entrenamiento?


jueves, 11 de agosto de 2016

Día 61

Record de ensueño
Primera final de atletismo, pimer récord del mundo en los Juegos Olímpicos de Río. La etíope Almaz Ayana ha destrozado literamente en la final directa de los 10.000 metros la plusmarca conseguida hace 23 años, en 1993, por la china Wang Junxia, superándola en más de 14 segundos. Junxia, integrante de la sospechosa 'armada' del entrenador Ma Junren, dejó el tope universal en 29.31.78 entonces. Ayana, en una impresionante carrera en solitario desde el kilómetro cinco, lo ha dejado en 29.17.45.



La carrera ha sido un monólogo de las atletas africanas, y sobre todo de Ayana, que se ha presentado en Río también con la mejor marca de 5.000 metros, distancia en la que es campeona mundial, por lo que sin duda intentará la doble victoria en los Juegos. Ayana ha mejorado en la segunda mitad de la carrera (ha hecho 14.33 minutos, por 14.44 en la primera) para imponerse con un amplio margen sobre la keniana Vivian Cheruiyot (que con 29.32.53 casi ha podido también con la anterior plusmarca) y sobre la etíope Tirunesh Dibaba (29.42.56), que buscaba su tercer título olímpico consecutivo en los 10 kilómetros tras haber sido madre hace 18 meses.




Los registros de lo fríos que son "sobre el papel" dan miedo, cuatro mujeres por debajo de 30 min, varios récords nacionales y ritmo de 2.56 min/km...Cálculo estimado para los 10 000 de Ayana:

KM1   02:56
KM2    05:51
KM3    08:47
KM4    11:43
KM5    14:39
KM6    17:34
KM7    20:30
KM8    23:26
KM9    26:21
KM10  29:17

Estos son cálculos por kilómetro divididos entre los 10 kilómetros, pasaron los 5000 m. a 14.42 min. lo que nos demuestra que hizo los segundos 5000 m. 6 segundos mas rápidos que los primeros.Cheruiyot acabo en 29:32.53 obteniendo la segunda posición, mientras que la también Etiope Tirunesh Dibaba gana el bronce con 29:42.56.

El atletismo refrescó la tabla de los récords de nuevo en la segunda jornada de la competición olímpica. El último récord del siglo XX sin obstáculos, que aún permanece el de 400 vallas de Young en Barcelona 92, saltó por las aires con Wayde Van Niekerk como protagonista.



Corriendo por la calle 8, sin referencias, el sudafricano del Trébol Perfecto -corre los 100 por debajo de 10 segundos (9.98) y los 200 por debajo de 20 (19.94)- inició una carrera contra el registro de 43.18 que puso Michael Johnson, ahora comentarista en la BBC, en los Mundiales de Sevilla de 1999. El mordisco fue fabuloso: 15 centésimas menos: 43.03, en el bordillo de una barrera impensable.

Las semifinales habían dibujado la posibilidad. James no lo batió porque se dejó ir. Van Niekerk había contemporizado y había sido quinto.



Van Niekerk vs. Michael Johnson... 17 años atrás

Su reacción no fue súper (0,181 milésimas). De hecho, en la contrarrecta, Kirani James, que defendía el título de Granada con 109.000 habitantes coló a dos velocistas en la final, él y Toplin-, parecía que le daría alcance. Pero fue una falsa percepción. Acabadas las curvas, la diferencia era un eón. El sudafricano caminó hasta el récord del mundo. James se tuvo que conformar con batir a LaShawn Merritt por la plata.




Resultados: 1. Van Niekerk (RSA), 43.03; 2. Kirani James (GRN), 43.76; 3. Lashawn Merritt (USA), 43.85; 4. Tito Cedenio, (TRI), 44.01; 5. Karabo Sibanda (BOT), 44.25; 6. Ali Khamis Khamis (BRN), 44.36; 7. Bralon Traplin (GRN), 44.45; 8. Matthew Hudson-Smith (GBR), 44.61.


Otro récord, y van 3... Si el viernes fue la etíope Almaz Ayana la que destrozó el récord del mundo de los 10.000 metros, y el domingo fue el sudafricano Wayde van Niekerk el que pulverizó el de 400 metros, este lunes ha caído el tercer tope mundial en el Estadio Olímpico.



La polaca Anita Wlodarczyk ha lanzado el martillo en la final hasta los 82,29 metros, superando la plusmarca que ella misma tenía en 81,08 desde agosto del año pasado. Una mejora de más de un metro que viene a confirmar su supremacía en este lanzamiento, ya que llegó a Río tras haber ganado las últimas 28 competiciones en las que había tomado parte.



Wlodarczyk, de 31 años, suele desayunar nueve huevos duros cada mañana. Quizá ese es el secreto de su descomunal fuerza, que le ha llevado a ser campeona olímpica (en Londres 2012 fue plata) con una gran ventaja sobre las otras medallistas, la china Wenxiu Zhang (76,75) y la británica Sophie Hitchon (74,54). La polaca ha sido dos veces campeona del mundo (2015 y 2009) y dos veces campeona de Europa, y ha sido la primera, y la única, en superar los 80 metros en martillo.

JEBET, MUY CERCA EN OBSTÁCULOS


La buena racha en Río casi ha proseguido en la otra final de la mañana del lunes, la de 3.000 metros obstáculos, donde la joven atleta de Bahréin Ruth Jebet (19 años) se ha quedado a menos de un segundo del récord mundial de Pekín 2008 de la rusa Gulnara Galkina, establecido en 8.58.81. Jebet ha ganado con 8.59.75 con una gran distancia de casi 50 metros sobre la keniana Kiyeng Jepkemoi y aún más sobre la estadounidense Emma Coburn, que ha tenido que batir el récord de su país para alzarse con el bronce.

Jebet y Galkina son las únicas obstáculistas que han corrido alguna vez por debajo de los 9 minutos.

Día 60

Mireia Belmonte, oro olímpico en el Centro Acuático Maria Lenk.


Gana la final de los 200 mariposa (2:04.85) tras superar de forma agónica y con sólo tres centésimas (un parpadeo), de ventaja a la australiana Madeline Groves, se trata del primer título olímpico para la natación femenina española.

Este oro no es un oro cualquiera. Todos valen lo mismo en el medallero, pero no significan lo mismo, no. La natación es, junto al atletismo y la gimnasia, uno de los deportes que marca la frontera del altar olímpico. Mireia Belmonte, una española, ha subido a ese lugar. Todo lo que sintió en el momento de tocar el muro con la yema de los dedos, cuando aporreó el agua con fuerza o cuando el cloro nos impidió ver sus lágrimas, merece todos los sacrificios, todos los esfuerzos. La nadadora de oro, plata y bronces es, hoy, una mujer completa, es el último ejemplo que el deporte español ofrece a su país.



Mireia suele saber contener sus sentimientos. Es una mujer que se adivina huidiza por momentos, pero es una deportista que no titubea. Lo decía Katinka Hosszu, 'Iron Lady', sobre sí misma estos días, en Río, y bien lo podría decir Mireia. La española salió a la piscina como quien se siente superior. Ni siquiera miró a Madeline Groves, la única que había estado por delante suyo en las semifinales. Hosszu, por encima de todas las demás, había decidido olvidarse de la prueba, ya con tres oros. Era, pues, ahora o nunca. Por lo tanto, en los poyetes, ni una mirada de concesión. Antes de subirse, española y australiana se situaron de espaldas.

Groves salió como en semifinales, a 'full'. Mireia, en su ritmo. Tenía la carrera en la cabeza, la había trabajado, mecanizado, memorizado. Llegó al primer 50 tercera, pero en el siguiente 100, el ecuador de la prueba, ya era segunda. La tendencia la llevaba al podio. El tercer 50 la consolidó como primera y el último, debido al esfuerzo, estaba destinado a la resistencia en los últimos metros. El oro lo atrapó por tres centésimas frente a una Groves que sobrevivió hasta el final. 2:04.85 fue su tiempo, un bocado impresionante, de más de un segundo, a su mejor tiempo de esta temporada, cerca de su récord de España. Cuatro mujeres bajaron de 2:06, cuando sólo una lo había estado en semifinales.

Mireia no pudo reprimir sus emociones. El oro nada tiene que ver con las dos platas de Londres o el bronce, ya en Río, en los 400 estilos. Hay deportistas que no se sienten completos hasta tenerlo, hasta ser los primeros. Mireia está entre ellos. Es el estigma de los campeones. Es el sello de los elegidos.



Los 200 mariposa eran el objetivo desde el principio, mucho más que los 400 estilos, donde se colgó el bronce. La preparación para esta final comenzó, de hecho, hace un año, cuando Mireia y Fred Vergnoux, su entrenador, decidieron no acudir al Mundial de Kazán. La razón era dar descanso a sus hombros, torturados por una tendinitis. Con ella coexisten la mayoría de deportistas de élite, porque son los tendones los que soportan los efectos de los excesos musculares. Pero, entonces, nadadora y técnico dijeron no.

Empezaba, entonces, un año especial, en el que el objetivo era mejorar en lo físico a una nadadora excelente en lo técnico y, después de las medallas de Londres, con la madurez competitiva necesaria. Vergnoux había insistido hasta la saciedad en el salto mental que debía dar Mireia, después de salir a gritos del Cubo de Agua de Pekín, en 2008. La nadadora de Badalona tenía entonces 17 años. Observar cómo llegaba al poyete hace ocho años, encogida, y ahora, desafiante, es entender buena parte del cambio que ha llevado hasta el oro. Ha sido un largo camino.

La técnica siempre había sido excelente en esta mujer con lo que los técnicos llaman "sentido del agua". "Hay que dejarse llevar, acariciarse", decía el ex campeón olímpico Alexander Popov, mientras realizaba largos y largos muy despacio en la piscina de un club de Barcelona que frecuentaba Mireia. La misma impresión ofrece la nadadora de Badalona en sus calentamientos, de nuevo antes de la final, sea con aletas o corchos, como si ajustara cada pieza de su cuerpo. Su técnica de giro es lo que le permite ser todavía más eficaz en piscina de 25 metros, donde posee tres récords del mundo.
Belmonte, durante su apretadísimo duelo con Groves.


El último año, en cambio, debía estar dedicado a la fuerza. Campo y gimnasio completaron, pues, su preparación para aumentar su fuerza. El entrenamiento en seco ha beneficiado a muchos nadadores. El ejemplo más claro es Adam Peaty, nuevo recordman de 100 braza. Las marcas no fueron las del pasado para la española, es cierto, pero eso no parecía preocuparles. De hecho, Mireia llegó a Río con la cuarta mejor marca de los 200 mariposa (2:06.64). La mejoró en series (2:06.34) y en semifinales para llegar a la final con 2:06.06. La impresión es que estaba lejos de su récord de España (2:04.78). Pero era una impresión, como prueba su marca en la final, a siete centésimas (2:04.85).

Parte de esa preparación ha sido llevada a cabo en el CAR de Sierra Nevada, en altura. El lugar es visitado por la nadadora y su entrenador todos los años. En estos Juegos, Vergnoux ha tenido, además, la ayuda de un especialista en biomecánica y catedrático de la Universidad de Granada, Raúl Arellano. Antes de cada final, recibía un detallado informe sobre las condiciones de las rivales que servía para definir la estrategia. Así fue antes de los 200 mariposa.

A pesar de su hundimiento en los 400 libre o los 200 estilos, Vergnoux se mantenía tranquilo. La nadadora decía sentir sensaciones raras, pero es lógico cuando se trata de alguien habituada a pelear por las victorias. Para el entrenador, en cambio, era una forma de afinarla, de que prosiguiera su entrenamiento con fuego real, en la máxima exigencia. Finalmente, antes de la final, renunció al 4x200 libre. La estrategia ha dado sus frutos.
Después de Martín López Zubero

En Londres, con sus dos platas en 200 mariposa y 800 libre, Mireia ya se convirtió en la nadadora con más medallas olímpicas de la natación española, muy parca, en general. Con el bronce de los 400 estilos, ya en Río, pasaba a ser la única en repetir en dos ediciones de los Juegos. Pero como el oro siempre tiene un valor cualitativo, que es, incluso, el que define el orden del medallero, el triunfo en los 200 mariposa es el que la confirma por encima del resto con mucha diferencia, y la pone en pararelo a personajes como Fermín Cacho, por el valor que tiene ser campeón en la piscina o en el estadio.

Hasta ahora, sólo un nadador había sido capaz de llevar a España hasta el primer peldaño. Fue Martín López Zubero, en los 200 espalda de Barcelona. Sin que resulte ofensivo para nadie, hay que preguntarse cuánto tenía de español como nadador después de haberse formado durante toda su carrera en Estados Unidos, más allá de su nacimiento en Jacksonville. Mireia, aunque entrenada por un francés, es una nadadora nacida en Badalona y construida totalmente en España.

Martín López Zubero repitió ese oro en Mundiales y Europeos, pero no volvió a un podio olímpico, pese a sus presencias en Atlanta y, antes de Barcelona, en Seúl. Su hermano David había logrado el bronce en 100 mariposa en Moscú, en 1980. Desde entonces hasta la aparición de Martín, sólo un bronce, en Seúl, en 1988, gracias a Sergi López (200 braza). Entre el 92 y este oro de Mireia, en 2016, apenas otro bronce a cargo de una nacionalizada, Nina Zhivanevskaya, en 100 espalda, en Sydney 2000. Una presencia testimonial.




La estela de Barcelona hace un tiempo que dejó de tener la fuerza del pasado y, sobre todo, el dinero, con el Programa ADO de rebajas. En Río se sufren más que nunca esos efectos depresivos. Hasta Mireia los padeció, en plena crisis económica, cuando el CN Sabadell, donde se entrenaba, decidió que no podía mantener el coste de su fichaje. Después de una larga controversia, la nadadora encontró la ayuda de la Universidad Católica de Murcia (UCAM). Su presidente, José Luis Mendoza, un fervoroso aficionado del deporte, leyó en la prensa lo que le sucedía y se puso en contacto con el Comité Olímpico Español. Hoy, la institución es el principal motor de mecenazgo deportivo.



Esa ayuda, más su actividad individual, en las reuniones internacionales, la Copa del Mundo y los patrocinios han convertido a Mireia en una propia marca, en una industria. La nadadora vive protegida por su padre, José Belmonte, al primero que fue a ver al bajar del podio para recoger una bandera, y custodiada por su entrenador. Para cualquier compromiso comercial o mediático es necesaria su autorización. Todos son en buena parte responsables de un éxito que pertenece a la historia de nuestro deporte, que alienta a un equipo deprimido en Río y que coloca a una mujer, de dulce mirada y fe inquebrantable, en el mascarón de proa de España.


miércoles, 15 de junio de 2016

Día 59

¿Cómo Stephen Curry consiguió los mejores tobillos en los deportes?
Stephen Curry no sabía si despertaría siendo dueño de los tendones de un hombre muerto.

El 25 de abril de 2012, dentro del Instituto Ortopédico de California del Sur en Van Nuys, un reconocido cirujano observaba de cerca a Curry, quien poco a poco iba perdiendo la conciencia. Por lo general, el Dr. Richard Ferkel, quien ha hecho miles de orificios en cientos de tobillos de jugadores de la NBA desde 1983, sabe con exactitud lo que encontrará, incluso antes de la aplicación de la anestesia: daño estructural, tejido cicatrizado, etc. Sin embargo, en esta ocasión, en el quirófano del cuarto piso, había algo que no cuadraba con el paciente de 84 kg. Mientras el reloj avanzaba inexorablemente y la familia Curry rezaba al final del pasillo, Steph se durmió rodeado de misterio.

Antes de que los medicamentos surtieran efecto, Ferkel explicó una serie de posibles resultados. Menos de un año antes, en Charlotte, Carolina Norte, ciudad natal de Curry, un especialista ya había operado ese mismo tobillo derecho y reconstruido dos ligamentos que se habían separado como un suéter podrido. ¿El peor de los casos en este momento? Una reconstrucción total, es decir, se haría un nuevo intento de reparar lo que ya se había reconstruido en la primera cirugía de Curry. En caso necesario, se usarían mejores piezas de repuesto -específicamente, los tendones de un cadáver- y el tiempo de recuperación estimado sería de, por lo menos, seis meses. Pero tal operación también sería bastante extrema y nadie tenía la certeza de que la nueva articulación aguantaría en la cancha. Una cosa era casi segura: a seis meses del vencimiento del contrato de novato de Curry, el 1 de noviembre de 2012, su futuro con Golden State sería aún más vago. Su representante seguramente tendría que negociar una prórroga antes de que su tobillo reconstruido pudiera aparecer en un juego.

Es necesario comprender: los cuatro médicos y las dos enfermeras en el quirófano no sabían que estaba en sus manos el futuro de la NBA. Nadie, en ninguna parte, pensó que el joven de 24 años, al que aún le pedían que comprobara la mayoría de edad en el restaurante California Pizza Kitchen, fuera la próxima pesadilla de LeBron James y Kevin Durant. En aquel momento, la trayectoria de Curry era simplemente deprimente: en su primera temporada en la NBA después de la primera cirugía, sufrió cinco esguinces de tobillo en solo 26 juegos.


"Estaba doblándose el tobillo de formas totalmente inusuales y absurdas", dijo el gerente general de los Warriors, Bob Myers. Una vez, Curry se lo torció al saltar hacia una línea de pase durante un juego de pretemporada contra los Lakers. En otra ocasión, estaba botando la pelota contra los Spurs, sin nadie alrededor, cuando su pide derecho se coleó como un neumático viejo sobre hielo. "Fue aterrador", dijo Myers. "Nunca antes había visto a nadie torcerse el tobillo de esa forma. Y no lo he vuelto a ver desde entonces".

La liga alguna vez imaginó a Curry como un francotirador, con un talento para engañar al adversario digno de los más grandes magos. Pero ahora, mientras el base de los Warriors yacía sobre la mesa del quirófano de Ferkel, su carrera parecía más un crossover a la inversa: un caso en el que los tobillos quiebran al hombre. "La gente comenzó a decir que Steph tenía tobillos de cristal. Steph es el Grant Hill 2.0", recuerda Bryant Barr, el mejor amigo de Curry y su compañero de equipo en la universidad de Davidson. "No disimulaba sus emociones, su frustración". Increíblemente, en la universidad no tenía antecedentes de lesiones en el tobillo. ¿Cómo profesional? Las escenas de Curry botando su protector bucal, golpeando una silla acolchada o retorciéndose de dolor en el suelo, se hicieron más populares que las jugadas destacadas.

No obstante, cuando Curry finalmente perdió consciencia en la mesa de operaciones, sucedió algo extraordinario. Una serie de pruebas de fuerza, estudios de los nervios, rayos X, resonancias magnéticas y tomografías habían fracasado en su intento por determinar el motivo por el cual su tobillo seguía doblándose. Sin embargo, una serie de radiografías de esfuerzo realizadas a medio sueño, cuando el dolor no puede impactar el movimiento, descartó oficialmente cualquier daño estructural de los ligamentos. Una cámara de alta definición de 28 gramos que se condujo hasta el subtalo y las articulaciones del tobillo de Curry, produjo imágenes de gruesas y pegajosas bandas de tejido cicatrizado ("como carne de cangrejo", dijo Ferkel), así como tejido inflamado, espolones óseos y trozos de cartílago. Para cualquier otra persona, mariscos ortopédicos podrían sonar repugnantes. Para Curry, "eran buenas noticias", dijo. "El resultado menos invasivo". Un dispositivo motorizado, llamado rasuradora, raspó y aspiró todo en menos de noventa minutos. No fue necesario hacer uso de los tendones de zombi. Tiempo de recuperación estimado: de tres a cuatro meses.

Obviamente, es más fácil decirlo que hacerlo. Tres meses más tarde, en julio del 2012, Curry se estaba rehabilitando con su entrenador personal, Brandon Payne, cuando hizo una sorprendente confesión: "Siento que lo único que he estado haciendo durante dos años es rehabilitación", le dijo Curry de manera silenciosa. "Siento que nunca podré jugar de nuevo".

Su aspecto era excepcionalmente desdichado. Y todos podían verlo.

"Steph estaba harto", recuerda Myers. "Dijo: 'Este problema con el tobillo va a ser mi vida'".



Poco antes de la medianoche en el centro de Atlanta, en la sala de jugadores del extrañamente vacío Philips Arena, Keke Lyles está girando las caderas al tiempo que se agarra las nalgas con ambas manos. Lyles puede entrar las veinticuatro horas a esta sala, como el nuevo director de desempeño atlético de los Hawks, para supervisar las decisiones médicas, de rehabilitación, y fuerza y acondicionamiento físico. El barbado ejecutivo de 31 años recibió el impresionante título, que venía acompañado por la facultad para elegir a su propio personal, para convencerlo de abandonar a su anterior empleador, Golden State. O, como LeBron James describió el equipo campeón en noviembre: "El equipo más sano que jamás he visto en la historia de la NBA".

Antes de incorporarse a los Warriors como director de desempeño en 2013, Lyles estuvo observando a Curry desde lejos en Minnesota, donde era entrenador de fuerza y acondicionamiento físico de los Timberwolves. A pesar de toda su desesperanza en julio del 2012, Curry llegaría a jugar 78 juegos esa temporada con cifras de 22.9/4.0/6.9. La cirugía de Ferkel, no obstante, no fue una cura milagrosa. "Uno podía ver que Steph no confiaba en su tobillo", decía el escolta Brandon Rush, quien formaba parte de aquel equipo del 2012-13. "No intentaba las jugadas que hacía habitualmente. No terminaba jugadas ni recibía choques como de costumbre". Curry se perdió cuatro juegos en enero de 2013 por esguinces de tobillo, tuvo que abandonar la cancha en un juego en marzo por el mismo motivo y, peor aún, se torció el tobillo izquierdo en ambas series de playoffs de los Warriors, perjudicándolo contra los Nuggets y después los Spurs.

Así que Lyles llegó a Oakland con una nueva teoría. A primera vista, el graduado del noreste puede parecer un exatleta y buen hermano, quien, al haberse criado en Carolina del Sur, técnicamente lo es. Pero en el penúltimo año de la secundaria, su trayectoria como basquetbolista se vio interrumpida por una condición llamada impacto femoroacetabular, en la que un crecimiento extra del hueso causa un dolor insoportable en la cadera. Según Lyles, esa parte del cuerpo fue la que despertó su obsesión por curar atletas. Y esa misma parte del cuerpo es la que le vino a la cabeza, años después, cuando Lyles se enfrentó a su primera y más importante misión en Golden State. De ahí el agarre pedagógico de su trasero.

Lyles creía que Curry estaba entre los mejores del mundo en cambios de dirección. Pero el base dependía excesivamente de sus tobillos para obtener velocidad y rapidez. Sus tobillos nos hacían pensar en las míticas alas de Ícaro: derritiéndose, como si estuvieran hechos de cera, debido al exceso de uso y la ambición. Pero ¿qué sucedería si Curry encontrara otra forma de volar? "Los desplazamientos son una estrategia del tobillo", explicó Lyles, "pero la fuerza viene de las caderas. Quería enseñarle a Steph a usar las caderas para reducir la carga de los tobillos".
Curry, atormentado por interrogantes después de los esguinces que sufrió en los playoffs del 2013, ("Tenía que rehabilitarme entre juegos, y eso me trajo recuerdos", dijo) quedó inmediatamente entusiasmado con la idea.

El mejor tirador en la historia de la NBA, tal vez sin que resulte sorprendente, aprendió rápidamente la técnica del ejercicio. "El sistema nervioso central de Steph es el mejor con el que he trabajado", dice Lyles. "Esa es la razón por la que es un gran golfista, un gran jugador de bolos, un gran tirador". Curry rápidamente perfeccionó una posición de yoga llamada postura del avión, diseñada para desarrollar equilibrio y fuerza central corporal. En solo diez minutos, conquistó la bisagra de cadera, el movimiento básico de los ejercicios explosivos para la parte inferior del cuerpo. Incluso, durante su primera sesión con Lyles, dominó la barra hexagonal para realizar peso muerto, que sirve para desarrollar los glúteos y el tendón de la corva. A otros jugadores, por lo general, les toma una semana.

Al principio, el esbelto Curry podía levantar la lastimosa cantidad de 200-225 libras. Pero después comenzó el trabajo: una película en la que se muestra su completa transformación, aunque sin los teátricos entrenamientos al estilo Rocky. "El tipo está siempre en el gimnasio", dice su compañero de equipo, Klay Thompson. "Steph simplemente se apegó a la rutina de ejercicios. Le dedica el mismo tiempo a su cuerpo que a su tiro en suspensión". Para el segundo año del programa, Curry ya podía levantar 400 libras, más del doble de su peso corporal y la segunda mayor cantidad en los Warriors, por detrás del pívot Festus Ezeli de 2.11 m y 120 kilos. "Steph se volvió más consciente de cómo debía cuidar su cuerpo", dice su padre, Dell Curry, un veterano que jugó 16 temporadas de la NBA. "Le ayudó a comprender que su cuerpo es su carrera".

El objetivo no es crear volumen; Steph prefiere pesar no más de 86 kilos de esculpidos músculos. En cambio, Lyles y Payne -a quien Curry todavía encomienda sus tobillos durante el verano- insisten en la importancia del equilibrio en medio de una tormenta de saltos, cortes violentos y situaciones de cortina y desmarque. Por ese mismo motivo, cerca del 90% del trabajo de fortalecimiento del tren inferior que Curry realiza con Payne es con una sola pierna: desplantes en reversa con una pierna, sentadillas divididas con pie trasero elevado, peso muerto con una sola pierna. Un calentamiento en la offseason normal incluye pararse como un flamenco en una almohadilla azul de Airex, mientras Payne dificulta la visión de Curry, algunas veces con gafas estroboscópicas parpadeantes, y le lanza balones. "La fuerza central corporal de Steph", declara Payne, "es inigualable".

En cada una de las últimas dos temporadas, Curry ha embestido la pintura -un mar de peligros para la parte baja de la pierna- y ha tirado con mayor frecuencia y con mayor efectividad que todos los jugadores, excepto siete, todos ellos de mayor tamaño. Nadie es mejor que Curry para romper cinturas mediante giros de cadera, como cuando le hizo tres fintas a Kawhi Leonard el 25 de enero, antes de encestar un triple de esquina, transfigurando al mejor jugador defensivo del año en un contorno de tiza. Y aún así, esa jugada posiblemente no haya sido más impresionante que una siete días antes, cuando Kyrie Irving y LeBron James le hicieron sándwich a Curry en la zona. Arrojó al suelo a James, de 114 kg, con un movimiento de judo, se liberó de Irving, salió a toda velocidad de un bloqueo y encestó un triple en el tiempo que le tomó a James levantarse. "La forma en la que Steph se mueve, el 98% de la gente se lesionaría intentando correr así", dijo Kirk Lacob, GM asistente de los Warriors e hijo del dueño Joe. "Creo que la gente pagaría por ver a Steph entrenar".

Observar al basquetbolista de 27 años quedarse en la cancha ha sido un regalo. Durante las últimas dos y media temporadas -un periodo que incluye tres convocatorias al equipo All-Star, una medalla de oro en la Copa Mundial de la FIBA 2014, 28 juegos de playoff de la NBA y un título (hasta ahora)- Curry se ha perdido únicamente dos juegos debido a problemas relacionados con los tobillos. El primero fue en noviembre de 2013, como precaución por un hematoma óseo en el tobillo izquierdo. El segundo fue en febrero del 2015, luego de que su pie derecho aterrizó en el pie izquierdo de Boris Diaw. Y eso es todo.

La teoría parece haber funcionado.


Pero aquí en la sala de Atlanta, Lyles tiene cuidado de filosofar sobre la infinita constelación de factores que componen cualquier lesión. Habla sobre el par de tobilleras de Zamst que Curry usa en todos los juegos. Y el par de zapatos deportivos de Curry, que Under Armour diseñó científicamente para sus pies. Y el conocimiento que los Warriors han obtenido con respecto a la fatiga, al realizar análisis con acelerómetros con GPS usados por los jugadores durante los entrenamientos y cámaras superiores SportVU en los estadios. Y el sincero compromiso del entrenador Steve Kerr de mejorar la salud mediante la reducción del estrés personal. (En los días de entrenamiento, Lyles mandaba de forma intermitente a Curry para que se relajara con su familia o jugara golf con el alero Andre Iguodala).

Después está la plantilla de los Warriors, que es tan buena y sólida que Curry, en 50 juegos, promediaba apenas 33.8 minutos por juego (decimotercero en la NBA), reduciendo la exposición al riesgo. El año pasado promedió 32.7 (lugar 41). "Todo eso importa", dice Lyles. "Podría argumentar que todo importa".

Lo que significa, lógicamente, que cualquier cosa puede ser una amenaza.

Es enero y falta media hora para que Golden State reciban a Miami. Bob Myers y Kirk Lacob están sentados alrededor de una mesa circular en un pequeño cuarto trasero abajo del Oracle Arena, reflexionando sobre los tobillos de Curry. Del mismo modo que cualquier otra directiva deportiva -debido, al menos en parte, a su proximidad al Valle de Silicón- los directivos de Golden State cuantifica seriamente el riesgo de las lesiones. Sí, Myers y Lacob están de acuerdo: cualquier amenaza tiene importancia. "Pero la aspiración es medir cuanto podamos", dice Myers.

Los Warriors contrataron a un nuevo jefe de rendimiento físico y medicina deportiva, el experto en ciencias deportivas australiano, Lachland Penfold, teniendo en mente esta misión basada en datos. "Con el tiempo", dice Lacob, "tendremos, algo así como un medidor de fatiga tipo video juego. Alguien como Lachland será capaz de acercarse a Bob y Steve [Kerr] y decirles, 'Señores, está en 77 y nuestro límite es 75 para que sea seguro que juegue'". (El equipo se negó a permitir que Penfold estuviera disponible para una entrevista).

Obviamente, a la hora de renovar contrato con Curry antes del 1 de noviembre de 2012, no había nada remotamente parecido a dicha tecnología. Cuando se le pregunta sobre las razones detrás de su propuesta, Myers sonríe como un operador que compró a Google durante una recesión. "Me hubiera gustado poderle pagar más a Steph", dice con una sonrisa. Pero el gerente general indica que en el momento del desembolso -una prórroga de 44 millones de dólares por 4 años-, Curry se acababa de torcer el tobillo derecho en la pretemporada, por lo que se le etiquetó de forma tajante como inseguro.
"Así que decidimos apostar en un par de cosas", explica Myers. "Apostamos en él como ser humano. Apostamos en su habilidad. Apostamos en el hecho de que es el tipo de jugador que haría cualquier cosa por regresar y tomar decisiones inteligentes y ser diligente".

Pero tiene que quedar perfectamente claro: "Nadie hubiera imaginado que esto pasaría", dice Curry. Era inconcebible que los Warriors pudieran algún día plantear la teoría que se estaba proponiendo dentro de ese cuarto trasero: Un Steph Curry que nunca se hubiera lesionado los tobillos sería menos preferible que el Steph Curry que tenemos en la actualidad.

"Los problemas de tobillos hicieron que trabajara de forma más inteligente, para evitar estar en esa posición de nuevo", dice Lacob. "Si no los hubiera tenido, tal vez no tendría la misma fuerza central corporal". "Hizo que Steph fuera lo que es hoy", agrega Myers, asintiendo con la cabeza.

Esto no quiere decir que el círculo de allegados a Curry haya dejado de preocuparse por él. Cinco distintos entrevistados tocan madera cuando hablan sobre sus tobillos. Uno de ellos, el entrenador auxiliar de los Warriors, Bruce Fraser, quien supervisa la célebre rutina de tiros previa a los partidos de Curry, muestra su preocupación por los defensas que defienden los tiros en suspensión de Curry poniéndose abajo de él, convirtiendo sus pies en minas terrestres. "No sé si Steph es consciente de ello", dice Fraser. "Y no sé si quiero que piense en eso". Por otra parte, Ferkel, hace visitas periódicas al Área de la Bahía, simplemente para ver cómo están las cosas. Y Payne no puede borrar lo que sintió al ver a Curry cojeando después de golpearse la espinilla izquierda contra el pívot de los Lakers, Roy Hibbert, en enero. "Realmente me asustó", dijo el entrenador. "Me hizo recordar inmediatamente las escenas de Steph lesionado". Payne suspira y agrega: "Verlo no es tan agradable como pudieran creer. Es tener los nervios de punta".

En ocasiones, Dell se niega a sentarse. Esta Navidad, a la mitad del segundo cuarto del juego de los Cavs en Oracle, Steph tuvo que ir al vestidor para que le revisaran una distensión del músculo de la pantorrilla derecha. Era exactamente el tipo de escena que lleva a los pesimistas a hablar sobre una regresión a la media... y a los amigos de Lyles en Atlanta a enviarle mensajes de texto en son de broma, ¿Cuánto tiempo pasará hasta que suene tu teléfono? ... y a un aterrado padre a abandonar repentinamente su silla para acompañar a su hijo. "Siempre que estoy en el juego y Steph recibe un golpe", dice Dell con timidez, "atravieso el edificio bastante rápido. Solo para ver qué es lo que está pasando". Es incluso más asombroso que el jugador en cuestión sea el menos nervioso de todos.
En el vestidor de los Warriors, después de vencer de forma aplastante al Heat por 15 puntos (Steph registró un insípido 31), Curry medita sobre la teoría de su evolución que proponen sus directivos. Después de toda esa agonía e incertidumbre, ¿realmente cree que los absurdos problemas de sus tobillos le evitaron una carrera peor?

"Así lo creo", responde Curry con naturalidad. "Definitivamente me hizo entender la importancia de la ética laboral. Después de la cirugía, me he mantenido motivado a aprovechar cada día. Hubo un momento cuando solo me preocupaba por jugar básquetbol, y no pensaba en jugar en un nivel alto. Ahora intento divertirme lo más posible en la cancha. No disfrutas la cirugía y el proceso de rehabilitación. Pero, disfruto el resultado, desde luego".

Ciertamente, su respuesta conlleva un aire a cliché. Pero cuando recuerdas todo lo que debe ignorarse para aceptar esta sucesión de acontecimientos inconclusa, la positividad suena menos a optimismo y más al verdadero secreto por el cual Steph Curry está volando más alto que nunca.


Aprendió a olvidar, finalmente, que aún podría caer. Artículo completo aquí.